Y allí estaba yo, sumergido hasta el
cuello con las burbujas rebosando sobre las esquinas de la bañera, mis vellos
cuando se humedecían tomaban un color más oscuro y eran las esponjas que absorbían
los aceites que usaba. Llevaba rato en la ducha; un poco más de lo
acostumbrado. Siempre me quedaba largo rato en la ducha, era el momento de
estar a solas y filosofar. A veces acostumbraba fumar, tomar cervezas e
inclusive vino. La ducha tenía una ventana y la circulación del aire hacia que
todos los olores internos se entremezclaran con los externos. Ya sabía que una
de mis vecinas me espiaba de vez en cuando. Yo caminaba desnudo por mi piso, al
fin y al cabo era mi espacio, y en él podía hacer lo que yo quisiera. Ella solía
verme desde la ventana de su balcón. Desde allí podía ver que miraba mis nalgas
redondas y algo velludas, cuando salían de la bañera o cuando me paseaba por él
piso. Ella no era como Mercedes. Mercedes sabia como seducirme, lo que si sabía
hacer mi vecina era hacerme exponer mi lado exhibicionista y creerme el “vecino
sexy”. Ese día por ser muy temprano, las persianas de su balcón aún se hallaban
cerradas. Me lleve el café a la ducha y allí meditaba acerca de lo que quería
ver en mi vida. Y así estaría largo rato más, sin pensar que ese miércoles
encontraría a alguien que me hiciera sentir…
Cámara en mano decidí irme a explorar la ciudad que me hacía cada vez de
ella y sin compasión. Me cogía como fiera salvaje y devoraba cada recoveco de
mi ser. Madame Gurty salía de su piso a recoger
el periódico frente a su puerta. No tenía
clientela, pero aun así llevaba una pañoleta violeta y blanca, un camisón
violeta con muchos bordados, pantalones blancos y sandalias a juego con él
camisón. Un mechón rojo advertía que esta semana llevaría el pelo de ese color,
la anterior había sido verde.
-Buenos días Gur.- le salude como de
costumbre.
-¿A dónde vas hoy? ¿Estudias?- recobrando
su postra con diario en mano.
-No, hoy iré a descubrir la ciudad. Ya
sabes a ver que me ofrece hoy.
-¿Qué? ¿En serio? ¿Estás segura?- Mirando
hacia el interior de su piso. Ya sabía que no se dirigía a mí, se dirigía a
Andrea. Ella solo miro fijamente a donde me encontraba y esbozando una sonrisa
satisfactoria menciono siete palabras.- El día está bonito para comprar
flores.- y luego sin dejarme terminar, cerró la puerta de una.
Yo me quede estupefacto mientras analizaba lo q me decía. Era sencillo,
comprar flores. Pero ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Para qué o para quién? ¿Qué tipo de
flores? Era cierto que yo acostumbraba tener flores en mi piso y que tenía que
comprar. Estuve dándole casco a la epifanía de Gur. Y par de minutos luego ya
estaba recuperado con cámara en mano y saliendo de mi edificio, listo para la
aventura. Llevaba mahonés cortos, zapatillas deportivas, una camisa de futbol,
la gorra favorita de papá y mi acostumbrada mochila llena de utensilios. La
mochila albergaba en su interior: cargador de pilas, memorias externas extras,
mapa, cargador de celular, el estuche de mis lentes y el estuche de las gafas
de sol, botella de agua, dinero extra para ocasiones de emergencia, algunos
lentes de camara, mi portátil y otros utensilios para la cámara.
Mi aventura comenzaría en el metro, donde me topé con un grupo de jóvenes
actores que hacían un pequeño drama para recaudar fondos. Tome varias fotos y
aporte a la causa que según leí en el cartel, el dinero sería invertido para ir
a un festival de teatro. En el tren encontré una amiga que de la universidad y
que habíamos salido algunas veces. Ella me mostro su aro de compromiso y me dijo
que esperará la invitación a la boda. Llegue a mi destino. Un lado de la ciudad
muy tranquilo. Yo tengo la acostumbre de asentarme en las plazas públicas, allí
donde las personas se abarrotan para hacer actividades al aire libre. Un señor
de algunos 50 años cargaba con un aparato muy curioso y algo parecido a lo que
se usa para hacer burbujas. Lo espié mientras cruzaba la plaza a zancadas, se posó
en un lado cerca de unas mesas y luego de un rato aparecieron burbujas enormes,
casi del tamaño de una persona, por todo el lugar. Me preocupe por los niños,
no fuera ser que una burbuja de esas se tragara a uno de ellos y los llevara
volando hasta la estratosfera. Pase mi tarde entre fotos. Al llegar a casa sacaría
las mejores de ellas. Algunas llamarón mi atención. Una de ellas fue la de dos jóvenes
tirados en la grama viendo el cielo, otra de un niño de rizos claros llorando
de la risa, una en la que un anciano hacia acto de su caballerosidad y en otra
una joven madre espiaba a su niño mientras éste tiernamente sujetaba la mano de
su hermanita que comenzaba a caminar. Ya eran las cuatro de la tarde y decidí
que era hora de regresar. Pase por un jardín y pensé en las palabras de Gur
<< El día está bonito para comprar flores. >> Y así fue.
Amalia se alegró al verme entrar y no fue la única, yo también me
alegraba muchísimo. Rodeada de flores era una especie de ninfa que me inspiraba
a fotografiar. Su compañía era grata, su sonrisa era hermosa y sus ojos muy comunes
al igual que expresivos, tenía algunas pecas que bañaban sus pómulos y no sabía
si otras partes de su cuerpo. Conversamos como de costumbre, pero esta vez me atreví
a preguntarle algo que jamás me atrevía preguntarle.
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